DESMITIFICANDO EL FENÓMENO
A sabiendas de que me meto en un jardín y sin ánimo de ofender, en esta entrega voy
a dar un giro al contenido del blog, tocando un tema sensible: el fenómeno audiovisual de la década.
La proximidad del
final de la omnipresente serie, nos ha deparado un capítulo que presume de ser
“la batalla más larga de la historia del cine” y que, en consecuencia, se
titula “La larga noche”. Tan larga como los ocho años que muchos llevan esperando este momento.
Concebida como un alarde (15 millones de $, más de 700 actores) y creo que
también como una apuesta (“a ver hasta dónde llegamos”), ha levantado tal
tormenta en redes y redecillas que hasta blogs tan serios como el de Pol
Turrents y el mismísimo El País se han
hecho eco. Y yo no iba a ser menos, que cojones.
No se asusten, sólo me subo al carro del anacrónico lenguaje
de camionero medieval que se usa en la serie, supongo que para congraciarse con
el público adolescente, que lo practica con fluidez. Quizá sea este el primero
de los trucos.
Porque Juego de tronos tiene más trucos que un cargamento de
monos. Y no es que esto sea malo. El cine no es más que eso, desde los tiempos
de Melies, pero el truco debe estar al servicio de la narrativa, no ser un
medio para enganchar a millones de espectadores incautos. El guión del capítulo (como toda la serie) es un mecanismo de relojeria que va a lo seguro. Estructura clásica, sin un fallo. Pero por lo tanto, previsible en muchos momentos (para el que conoce la estructura, claro está).
Un esquemático análisis del controvertido y paradigmático
capítulo nos deja muchos detalles reveladores. Veamos:
DURACIÓN: 77 minutos de batalla nocturna (con sus elipsis
correspondientes). A priori parece que se puede hacer larga…
CABECERA: De visionado obligatorio dura 1,45”…larga. Muy
larga. Pero sirve para empaparnos del tema musical, que enardece el espíritu
cuan himno de la Legión y nos prepara para la batalla. Vamos, que nos engancha.
FOTOGRAFÍA: Muy valiente, como los personajes de la serie. Fotografiar
la noche tal como es, negra, es un atrevimiento que sólo se puede
acometer desde el triunfo consolidado y suponiendo que todos los espectadores
ven el capítulo en una pantalla mínimo de 55” y en penumbra. En caso contrario
la gama de grises, que está muy conseguida, se va al carajo y los que vean la
serie en el Smartphone, pues ya saben. Que les den…
LENGUAJE EMPLEADO: ¡Ya lo he dicho, coño!
GAMA DE COLORES: Uso recurrente del azul en su papel de
soporte visual del frio y la noche. Sólo los abundantes incendios dan la nota
cálida. Y esos ojitos azules fosforescentes de los muertos añaden más frio a su
maldad.
AMBIENTACIÓN: ¿Lo mejor? Gracias a Dios que aún no se ha
incorporado el olor a las películas, porque la experiencia podría ser terrible.
SEXO: Este es el gancho más infalible pero en este capitulo
no aparece, es lógico, no tienen tiempo. Y hablando de la ambientación, me
resultan demasiado limpias y aseadas las damas que muestran sus perfectos cuerpos en el
resto de casi todos los capítulos de la serie, un anacronismo que me gustaría
saber cuantos puntos de share le proporciona.
Y una pregunta: ¿Es casual que la serie tenga 69 episodios?
MÚSICA Y EFECTOS: La BSO es excelente. El tema musical, con cadencias descaradamente repetitivas es
muy eficaz, apoyado por efectos “diapasón” (tic, tac, tic, tac) que atrapan el
inconsciente del espectador poco consciente.
NARRATIVA: Los guionistas han usado todas las recetas que el lenguaje audiovisual les ofrece, todo cuadra y no hay nada que no se justifique. Y aunque la serie ha dejado atrás a la obra literaria en que se basa (aún inconclusa), es dificil pensar que nos depare sorpresitas finales como por ejemplo las que nos regaló "Lost", fruto de ir escribiendo los guiones sobre la marcha. Las historias son un viaje y este tiene un destino desde que empieza. Otra cosa es que nos permitan imaginarlo.
En este capítulo se emplea abundantemente el
recurso de las “pistas”, que permiten al espectador “adivinar” lo que no ve, en base a
sus conocimientos de las tramas y a los efectos
de sonido que oímos pero no escuchamos (ver epígrafe anterior). Por ejemplo,
tardamos más de 15 minutos en entrever al ejercito de los muertos. Es uno de
los más clásicos y efectivos “trucos” narrativos.
El capítulo comienza dándose un homenaje cinematográfico,
con un plano secuencia de más de dos minutos, que arranca del primer plano de
un estrambótico puñal. ¿Recuerdan el arranque de Sed de Mal, de Orson Welles?
Pues cambien la bomba por el cuchillo y ya está. En este caso se muestran los
preparativos de la defensa de la ciudadela, pasando de un personaje a otro y
siempre de forma confusa, en gran medida por culpa de la oscuridad. ¡Que
es de noche!. Bueno, vale. Y el de Welles dura 3,15”, por cierto.
Sobre el minuto 11 escuchamos primero y vemos después, al ejercito de los dothrakis, provistos de espadas llameantes, que se
adentran en las oscuridad, donde adivinamos que están los muertos esperando.
Aquí está la primera crisis, pues vemos “horrorizados” como el griterío y las
espadas llameantes se van apagando en el plano general mientras se hace el silencio.
Han muerto todos en un
momento. Esto es innecesariamente subrayado por dos frases memorables: ”El rey de la noche viene” (J. Snow) a lo
que Daenerys responde: “Los muertos ya
están aquí”, por si alguien no se
había dado cuenta. Una pena, porque el “apagado” del ejercito es espectacular y se pierde parte de su efecto sobrecogedor.
Y además, ¿Por qué el Rey de la noche no resucita a esta tropa y la pone de su lado? A alguien se le ha olvidado algo.
A partir de aquí (minuto 15), la confusión se adueña de la
historia, desgarradores alaridos, golpes, tic
tac, tic, tac, montaje muy rápido que facilita el rodaje (A ti te quería
ver yo…) sin luz, porque claro, los vivos están en franca inferioridad ya que
los muertos, además de estarlo, ven en la oscuridad con unos ojillos-linterna
azules muy bonitos.
La cosa se va poniendo fea, los zombies asaltan la
muralla, lo cual produce abundantes incendios que nos permiten ver algo. Una
secuencia de pelea entre dragones (batalla aérea nocturna muy conseguida) se
inserta entre numerosas escenas de apariciones
de muerto tras esquina, carreras por pasillos tenebrosos y diversos
momentos de susto o muerte, hasta que
nos dan la primera pista del final: Arya Stark, haciendo molinetes con su
lanza, mata (de nuevo) a un número incontable de muertos, lo que nos puede
hacer sospechar que va a ser ella la que liquide al rey de los zombies (y no el previsible Snow), que hace su aparición en el minuto 32, aunque hasta el 55 no entra en acción.
Porque de lo que estamos seguros desde el principio, es de que este siniestro personaje tiene que desaparecer. Si ganase, este sería el último capítulo de
la serie. ¿No? La única incógnita que tenemos es quién y de que artística forma
le van a eliminar. Poca cosa para 15 millones de $.
Esto sucede en el ¡minuto 74! después de que, desde el 68,
el susodicho bicharraco vaya liquidando “fríamente” y sin despeinarse, a todos
los héroes y heroínas que se interponen en su camino. Por cierto, no tiene
pelo, solo unos cuernecillos diabólicos (dicen que tardan seis horas en
maquillarle).
Al fin, en una escena magnífica, Arya consigue clavarle un cuchillo
en la única rendija de su armadura. Como el tipo es de hielo, estalla en mil
pedazos y, tras él, va haciéndolo el resto de su ejercito (Dragón malo
incluido), que queda reducido a asaduras sanguinolentas. La sorpresa no es que el Rey muera, sino quien le mata.
En los tres minutos que restan, la música energizante es sustituida por un lento y triste
piano arropado por los violines, mientras la cámara nos muestra, en un
blanco-azulado plano general, como Melisandre se aleja lentamente hasta caer
muerta sobre la nieve. Ya se lo había dicho a su enemigo favorito: “No
hace falta que me ejecutéis, Ser Davos, habré muerto antes del alba”.
Está claro que este análisis no será
del gusto de los seguidores impenitentes de la serie, por lo cual pido disculpas.
Pero es lo que hay. En el cine, a estas
alturas, es muy difícil hacer algo nuevo. Hay que ver más a los clásicos para que no nos den gato por liebre.
P.D.: La pólvora la inventaron los chinos
hace muchos siglos y todavía hay algún “despistado” que la quiere patentar. Claro
que más despistado será el que se la compre.