Después de sobrevivir
al exceso de testosterona de los conductores italianos, volvemos por aquí a
contaros cosas sobre la imagen digital. Pero hoy voy a ser analógico, porque
quiero recomendaros, antes de que se pase la oportunidad de verla, una
magnifica exposición fotográfica que podéis disfrutar en Madrid hasta el 16 de
agosto en la Fundación Canal de la calle Mateo Inurria (junto al depósito). A
mi por poco se me escapa y habría sido una pena.
Vivian Maier no es una fotógrafa conocida, es más, era completamente
desconocida. Tras una vida dedicada a su profesión de niñera y su muerte en la
indigencia, una serie de
rocambolescas coincidencias permitió que su archivo
de 120.000 fotografías fuera descubierto en una subasta de baratijas por el
historiador John Maloof, que compró por 380$ la que puede considerarse una de
las colecciones de street photography
más importantes del siglo XX.
Rápidamente su obra entró en los circuitos y hoy la parte que
ha sido positivada (unas 5.000) alcanza cotizaciones astronómicas.
Como se ve en el autoretrato, usaba una Rolleiflex de dos objetivos (hasta que se pasó a Leica), cámara que realizaba impresiones de 6x6 cm. lo cual es la causa del formato cuadrado de la mayoria de sus obras.
Desde muy joven montó un modesto laboratorio en su casa y
allí iba “dando a luz” sus magnificas imágenes, llenas de espontaneidad y
frescura, verdaderas muestras de lo que se llama “ojo fotográfico” como podréis
comprobar si visitáis la exposición. Lo más sorprendente es que realizaba sus
fotografías sin animo de mostrarlas, en un ejercicio de documentalismo
personal, ya que parece que no las enseñaba y su precaria situación económica
le impedía positivarlas e incluso se han encontrado numerosos rollos sin
revelar.
Viendo sus imágenes de esa Nueva York que conocemos por la
obra de otros fotógrafos tocados por la fama y la fortuna, no cabe sino
rendirse ante la sutileza, la oportunidad y el valor de una artista que, vaya
usted a saber por qué, no pudo disfrutar
del éxito que su talento merecía.
No os la perdáis, os aseguro que se sale de la exposición con
ganas de fotografiar “todo lo que se menea”.
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