Vuelvo
por aquí después de un paréntesis obligado por otras prioridades
dactilográficas (que estoy escribiendo un libro, vamos) y acuciado por el “alud
de peticiones” de que siga publicando
mis cositas. Hace un par de días coincidí en la proyección objeto de
este post con mi buen amigo y contumaz fotógrafo, Raúl Jiménez, que me confesó: “de vez
en cuando entro en tu blog a ver si has publicado algo nuevo”. Ante tal elogio, me sentí obligado a complacerle. Y como hoy tenemos tema, pues
al asunto.
Lo primero es felicitar a la Fundación Canal por el buen trabajo que está haciendo. Después de deleitarnos con las magníficas imágenes de VIVIAN MAIER ahora trae a Madrid una exposición del maestro del reportaje urbano Robert Doisneau, enriquecida con la proyección de un impagable documental sobre su vida y obra.
Reconforta
comprobar que aun quedan Instituciones en las que hay gente que sabe lo que
hace. ¡Ojalá fuera un Ministerio!.
Doisneau
es un fotógrafo de sobra conocido, hasta tal punto que se dice que su
fotografía “El beso” es la más vendida del mundo. La hemos visto impresa en
productos que van desde camisetas a ropa interior masculina (o sea,
calzoncillos) o desde tazas a tatuajes. Y eso que era una foto preparada. Es
público que los enamorados que se besan eran dos actores que el fotógrafo
contrató para realizar un encargo de la revista Life.
Y
ello nos lleva a la primera controversia que quiero reactivar ¿Es lícito
preparar una fotografía?
A mi
no me cabe la menor duda: Si. Siempre y
cuando la preparación (o la postproducción, en tiempos del Photoshop) no
implique una manipulación que perjudique a alguien. La frontera de la ética
está muy clara en fotografía: todo vale para obtener el resultado que buscamos siempre
y cuando apliquemos la norma universal: no hagas a otro lo que no quieras que
te hagan a ti.
Resulta
muy curiosa la hipocresía con que algunos puristas afrontan este tema y, sin
embargo, elevan a los altares a “artistas”
que toman el pelo al personal con fotos irrelevantes pero muy grandes.
El
que una fotografía preparada sea la más vendida de la historia, da que pensar y
avala mi teoría: el resultado es lo que importa. Mientras Cartier Bresson inventa
el concepto de “instante decisivo”, Doisneau, más modesto, se limita a esperar.
“Fotógrafo cazador contra fotógrafo pescador”, podría decirse. Dos concepciones
aparentemente distintas, pero empezamos a sospechar que la perfecta composición
que las fotografías de ambos maestros presentan, no son producto de la
improvisación en ninguno de los dos. Ni de la suerte.
En
el siguiente post desarrollaré este tema del “instante decisivo” y las reflexiones que nos provoca, pero
mi intención en este es llamar la atención sobre la exposición, que recorre en
110 fotografías, 45 años de trabajo del cronista de París y sobre el documental
que la acompaña que, si no cambia la programación, sólo se proyectará una vez
más, el día 30 de noviembre, aunque la exposición se puede visitar hasta el 8
de enero.
El
documental contiene momentos exquisitos como una entrevista que le realiza al
fotógrafo un indocumentado periodista de televisión en la que le pregunta
extrañado “¿Por qué publica un libro de fotos en blanco y negro?” A lo que el
genio le responde “Es más barato”. A veces da pereza dar explicaciones a
quién no las va a aprovechar.
Resumiendo:
Una ocasión única de conocer de “primera vista” la obra de uno de los mejores
fotógrafos de la historia ¡No os la perdáis!
El
documental vuelve a proyectarse el próximo día 30.
FUNDACIÓN
CANAL, Mateo Inurria, 2
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